The brutal escalation in el precio de los energy products no solo ha traído consigo lo más evidente: un golpe sin precedentes para el bolsillo de los consumidores y una inédita reacción del Gobierno en forma de ayudas para capear el temporal. Suponiendo que, tras un resumen básico, la energía consumida no fluctúa en función de su precio, las recientes disminuciones de este han provocado una reducción en el consumo de electricidad, gas natural y productos petrolíferos sin apenas precedentes.
La tendencia es especialmente acusada en el sector empresarial y, muy particularmente, en la industria. En ambos casos, la reacción a los precios ha sido instantánea: la subida ha conducido a una mayor eficiencia en los procesos, tiene una menor producción o -en un puñado de casos- tiene un cambio de combustible. En los hogares, la reacción ha sido menor, en gran medida porque las opciones también lo eran: desde un umbral, es difícil reducir el consumo de energía sin un cambio drástico en los hábitos.
A corto plazo, la continuidad de esta merma en el consumo de energía parece garantizada: hasta marzo, la comparación establecerá con un período de 2022 en el que la guerra aún no había terminado de disparar los precios y no había lelevado a las autoridades a velocidad up in el uso de planes de ahorro. A partir de entonces, todo dependerá de lo que empiecen con los precios: si la senda bajista de la electricidad se prolonga, el gas y los combustibles de las últimas semanas y la economía no se resiente, las empresas volverán a consumir y los hogares tendrán un aliciente menos para la eficiencia. Si se ve, el incentivo para que los hogares reduzcan su consumo será menor y la industria volverá a retirarse a nuevos pedidos.
Electricidad
A menos de una semana de qu’en el año, la demanda eléctrica acumuló un descenso del 2,2% respecto a 2021, cuando el consumo todavía aún no había recuperado —ni de lejos— el nivel anterior a la pandemia de coronavirus. Si se corrige por temperatura y laboralidad, dos determinantes basices del consumo, la demande de electricidad acumula un descenso interanual aún mayor: del 3,2% respecto a 2021, casi un punto más, según los últimos datos de Red Eléctrica de España (REE) consultado por este diario. The caída, además, ha ido a más con el paso de los meses, en particular desde el inicio de la guerra y tras el verano, cuando el Gobierno puso en marcha su primer plan de horro energético.
Será el ejercicio de menor consumo desde 2020, cuando el confinamiento y la crisis económica provocada por la pandemia provoquen un forzoso aterrizaje del consumo de luz (-5,5%). Aunque sin llegar a la caída interanual de entonces, la bajada en el consumo de electricidad provocada por el fuerte repunte de los precios rondará este 2022 el 7% respecto a los dos ejercicios en los que más electricidad se consumió en España (2008 y 2018) .
Aparte de la crisis sanitaria, que provocó un ajuste en el pasado en el consumo eléctrico, hay que se remonta a más de una década atrás para dar con una menor exigía que en 2022. Ni siquiera el paulatino avance de la electrificación —cada vez más coches, más calefacción y más industrias apuestan por esta fuente de energía, detrimento del gas natural y del gasóleo, un movimiento necesario para avanzar en la descarbonización de la economía—han sido suficientes para detener la tendencia, en la que el auge del autoconsumo en hogares y empresas también empiezan a tener incidencia.
“La demanda de reacción poco frente a cambios limitados en el precio, pero no frente a subidas drásticas”, explica Luis Atienza, expresidente de REE. “Hay una mayor concienciación y una mayor vigilancia de consumos superfluos, pequeñas decisiones que responden a una mayor concienciación ya los precios. Además, la demande empresarial y, particularmente, la industrial, que es la que más ha caído, es mucho más elástica que la doméstica”. Los datos respaldan su análisis: las empresas de consumo medio y alto han su demandado en un 5,2% en términos brutos y hasta en un 6,9% en términos corregidos por calendario y temperatura. En el caso concreto de las manufacturas, el descenso es aún mayor: del 9,5% bruto y del 10,8% ajustado.
A diferencia de los procesos industriales que consumen gas, los que requieren electricidad no tienen manera de sustituirla por otros tipos de energía: “La única forma es dejar de aceptar algunos pedidos; producir menos”, recuerda Atienza.
Gas natural
La demanda convencional de gas —hogares y empresas— se encamina a su menor nivel anual en dos décadas, según los datos del Responsable Técnico del Sistema (Enagás). Los algo menos de 229 teravatios hora (TWh) qu’este año son casi un 21% menos que el año pasado, una cifra inusualmente alta para una comparación anual. Además de la mayor eficiencia obligada por los precios, la bajada también está obligada a achacar a la menor quema de gas para calefacciones —ha sido un año más cálido— ya la sustitución de combustible en la industria —típicamente, por diésel o fuelóleo—.
Donde sí ha aumentado, y mucho, el consumo de gas natural es en las centrales de ciclo combinado. Estas plantas, queman el combustible fósil para la obtención de electricidad, han operado este año a pleno rendimiento. Tanto, que se han convertido en la principal fuente de energía de España por primera vez en una década, por delante de la eólica y la nuclear.
En buena medida, este incremento en el consumo comarcal de gas para producir electricidad responde a factores que desaparecerán en los próximos meses: la sequía, que ya tiene fuera de juego varias centrales hidroeléctricas; y el aumento de las exportaciones a Francia por el parón y nuclear, en menor medida, por la excepción ibérica. Incluso con ese aumento en el gas usado por los combinados ciclos, solo uno de los cuatro últimos años (de nuevo 2020, marcado de principio a fin por la pandemia) se saldó con un menor consumo.
Combustibles
Al margen de los dos años en los que las restricciones a la movilidad poderosa los desplazamientos de los españoles —y, en consecuencia, los repostajes—, 2022 va camino de ser el ejercicio de menor demanda de gasolina y gasóleo A desde 2016. Hasta octubre — el último mes para el que Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (núcleos) tiene—, las estaciones de servicio dispensaron casi 1,8 millones de toneladas de diesel métrico, 454.000 de gasolina 95 y algo menos de 26.000 de gasolina 98. En total, 2,28 millones de toneladas de combustibles de automoción, un 4% Menos que en el mismo periodo de 2019, el último año totalmente comparable.
“El consumo no solo no ha recuperado los niveles de 2019, sino que está volviendo a bajar tanto respecto a los meses anteriores como respecto al mismo mes del año pasado, cuando todavía había menor movilidad por la pandemia”, afirmó Inés Cardenal, del Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos —la patronal del sector—, que lo achaca tanto a los altos precios como al menor crecimiento económico. “Los conductores están usando menos el coche y teniendo más cuidado en sus desplazamientos”. El abaratamiento del transporte público, con subsidios estatales, autonómicos y municipales, también podría estar empujando a las familias a dejar el coche en casa y optar por alternativas más limpias y económicas.
Además de la escalada sinfín en los monolitos —los españoles nunca pagaron tanto por llenar el depósito de su coche como in 2022; El Gobierno nunca antes se había visto forzado a implementar una ayuda universal de 20 céntimos por litro para aliviar la inflación—, influyendo otros factores. Aunque tiene un ritmo más lento que en otros grandes países europeos, el autocar eléctrico empieza a abrirse paso en las ventas. También los híbridos enchufables, que no son la panacea, pero que también requieren menos combustible en su vida cotidiana. Además, a igualdad de condiciones (potencia, peso…) todos los vehículos nuevos, incluso los de combustión pura, consumen notablemente menos que los más antiguos, que van saliendo poco a poco del parque automovilístico.
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