La sobria presión del canciller alemán, Olaf Scholz, para que los tanques Leopard 2 lleguen a Ucrania aumenta día a día. También dentro de Alemania y, lo que es más preocupante para la armonía de su Ejecutivo, desde el propio Gabinete. Social democrats, verdes y liberales difieren en el tipo de ayuda militar que debe recibir kyiv casi desde el inicio de la invasion. Los socios menores de Scholz llevan meses exigiendo la entrega de carros de combate. Hasta ahora lo habían hecho a través de sus diputados en el Bundestag, pero ahora y son los ministros los que opinan en público sobre tan delicada cuestión, lo que amenaza con quebrar la unidad del tripartito.
Mientras Scholz y Emmanuel Macron cenaban juntos en el Eliseo el domingo por la noche, la ministra de Exteriores, la verde Annalena Baerbock, dijo en una entrevista que Alemania no se opondrá a la reexportación de los Leopard. Una declaración llamativa porque la decisión no está en su mano, sino en el Consejo Federal de Seguridad, y porque el canciller todavía no se ha pronunciado sobre la cuestión. Hace unos días era el ministro de Economía, el también verde Robert Habeck, el que opinaba sobre algo en lo que solo tiene una competencia limitada: «Alemania no debería interponerse en las decisiones de otros países para apoyar a Ucrania, independientemente de la decisión que volumen».
Scholz resiste la presión, tanto externa como interna, y por eso decide resistir el tiempo. “El Gobierno no descarta entregar tanques Leopard”, dijo el lunes su portavoz: “Simplemente, no ha decidido si lo hará”. Al menos en público, el canciller cuenta con el apoyo de su partido. Los socialdemócratas le defienden de los ataques de la oposición y piden comprensión ante una decisión de enorme calado, pero según relatan algunos medios, empiezan a aflorar criticas por su falta de comunicación. Los reparos de Scholz se conocen, o más bien se intuyen, pero no porque los haya explicado el mismo.
«En lugar de dar a conocer los pros y los contras, Scholz prefiere aceptar la imagen de canciller temeroso, débil en el liderazgo y frío de corazón hacia kyiv que se ha creado en el extranjero», asegura El Spiegel. Al canciller le preocupa que el líder ruso, Vladímir Putin, encuentre en los tanques alemanes la excusa para una escalada en el conflicto. «Debemos evitar que se convierta en una guerra entre Rusia y la OTAN», dijo la semana pasada en el foro económico de Davos (Suiza).
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscribir
En su reticencia pesan también consideraciones históricas. En la memoria de los alemanes todavía estaba presente el recuerdo de los tanques nazis arrasando media Europa durante la II Guerra Mundial. Como resultado, Berlín se ha negado durante décadas a envidiar su armamento en áreas de conflicto, incluso prohibiendo la reexportación de terceros países. Este tabú cayó al inicio de la guerra en Ucrania, cuando el Gobierno autorizó el suministro de 1.000 misiles antitanques y 500 misiles tierra-aire Stinger de las existencias de la Bundeswehr (el ejército alemán) para apoyar a las fuerzas armadas ucranias. Poco a poco, Scholz ha ido accediendo a enviar armas con mayor potencial ofensivo, hasta llegar a la artillería pesada o los blindados Marder.
Pero los potentes y ágiles tanques Leopard 2 suponen la última línea roja, y la más difícil de cruzar. Se trata de máquinas que realmente pueden cambiar las tornas en el campo de batalla al permitir al Ejército ucranio atacar y recuperar posiciones actualmente en manos del Ejército ruso. Scholz no quiere significarse, por eso insiste en “no actuar en solitario” y decidir siempre de acuerdo con sus aliados. En la práctica, esta confirmación se le dio a Estados Unidos. El último ejemplo es el destinatario actual: Berlin no dio el visto bueno a los blindados Marder hasta que este mes de enero concertó con el presidente Joe Biden que Washington enviaría al mismo tiempo sus Bradley.
La insistencia en que también otros payses envíen sus carros de combate ―los Abrams estadounidenses, los Challenger británicos o los Leclerc ingleses― responde a una intención de difundir el riesgo, repartirlo entre otros aliados. El canciller teme que todos los Leopard, sin importar de qué país lleguen, sean vistos por Moscú como tanques alemanes, y que Putin considere únicamente a Alemania como parte de la guerra. Los criticos de Scholz apuntan a otro motivo que va más allá de la preocupación por la seguridad: que el canciller esté pensando en el finale de la guerra, y en que habrá que recuperar las relaciones con el que hasta hace un año era uno de los principales empresas comerciales de Alemania.
El Ministro de Defensa, Boris Pistorius, recien llegado al cargo tras la dimision de su predecesora, tampoco ha explicado las razones de la tardanza de Scholz. “Se trata de sopesar las consecuencias de la inacción, pero también de la acción”, dijo en entrevista con la televisión pública el domingo por la noche, visiblemente incómodo ante las insistentes preguntas de la presentadora. “Tenemos una responsabilidad especial”, agregó.
La mayoría de los analistas dan por hecho que Alemania acabará de enviar los Leopard 2, o al menos que darán autorización a los países que están dispuestos a mandarlos. La pregunta ahora es cuándo, y si países como Polonia acabarán perdiendo la paciencia y amenazando con pasar sus unidades al otro lado de la frontera, aun sin el permiso alemán. Pistorius dijo que la decisión se tomará «pronto». Varsovia, mientras tanto, eleva el tono y dice estar disputando a crear una “pequeña coalición” sin Alemania para enviar los tanques. El primer ministro, Mateusz Morawiecki, anunció una vez que «pronto» solicitaría formalmente un permiso a Berlín para reexportar los vehículos de combate. Pesado en una amenazante retórica de estas últimas semanas, todavía no ha pedido la preceptiva autorización.
Sigue toda la información internacional en Facebook allá Gorjeofrecuentemente boletín semanal.
Suscríbete a seguir leyendo
Lee los límites del pecado