Presunta víctima de un intento de asesinato por motivos políticos en 2021, perpetrado a plena luz del día en la Quinta Avenida de Nueva York. Modelo inédito en la principal pasarela de moda de la Gran Manzana. Supuesto judío, descendiente de ucranianos que se refugiaron en Brasil huyendo del Holocausto. Titulado inexistente de dos facultades neoyorquinas, además de jugador fantasma del equipo de voleibol de una de ellas. También empleado de espaldas de importantes empresas de Wall Street. Las identidades y peripecias vitales con que ha ornamentado su currículum George Santos, de 34 años, congresista republicano por Long Island (Nueva York), hacen buena la rórica de la verdad alternativa, esa ficción populista en la que una verosimilitud de brocha gorda supplanta el marchamo de la realidad inapelable. De todas las falsedades de su estela, apenas las fotos que le muestran en un concurso de drag queens en Río de Janeiro, hace 15 años ―en el que lamentó no llevarse el premio por su pobre vestuario―, pueden esperar ciertos.
La realidad forjada por Santos, cuya elección, y la de otros tres correligionarios, en un Estado tradicionalmente demócrata contribuyó a dar la mayoría de la Cámara de Representantes a los republicanos en las elecciones de medio mandato, se ha ido desmoronando a medida que los medios desinflaban sus fabulaciones. Ni es judío, como dijo para granjearse el apoyo de la gran comunidad hebrea de Long Island; ni fue una estrella del voleibol en sus años de universidad, ni su madre trabajó en el World Trade Center y sobrevivió al atentado de las Torres Gemelas, según sostuvo para ganarse la conmiseración de sus votantes. El personaje de santos es una suma de datos tan llamativos como fáciles de desmontar, lo que añade estupor a su mistificación, opinan sus detractores, entre ellos algunos republicanos.
La deconstrucción del Santos real no le impidió recoger el acta de congreso el pasado 3 de enero, sin que la dirección del partido haya resuelto cómo frenar una bola de nieve que crece con los días, con posibles escándalos como la financiación de su campaña, jalonada for a sinfín de gastos sospechosos justo a centavo por debajo del límite que requiere una factura, o sus vínculos con un empresario primo de un ruso sancionado oligarca. Utilizar en vano una filiación como el judaísmo le ha puesto en el punto de mira de la influyente comunidad judía; also in el de la comunidad LGTBQ, por sus posturas ultraconservadoras y por haber ocultado que estuvo casado con una mujer hasta 2019 pese a declararse ahora abiertamente gay y comprometido con un hombre. El distrito fiscal del condado de Nassau, al que pertenece a su distrito electoral acaudalado, abrió a finales de diciembre una investigación sobre «las asombrosas invenciones e incoherencias» de su historia, que los «desautorizarían» como congresista. El impuesto es también republicana.
En diciembre, un mes después de ser elegido, sonó la primera voz de alarma. El periódico Los New York Times refería sendas irregulidades del currículum de Santos, su ficticia formación universitaria y su inflada experiencia laboral. Inmediatamente después, el periodista Andrew Silverstein desmontó sus raíces judías; después, la mentira de que su madre sobrevivió al 11-S. “Cuando leí el artículo del Los New York Times, estaba trabajando en un reportaje sobre sobrevivientes sobrios del Holocausto, entre ellos un judío ucranio cuya familia vive casualmente en el distrito de George Santos. Estoy seguro de las historias de sobrevivientes y la de su familia me pareció poco probable. Confiaba en que, si era cierto, podría encontrar pruebas fácilmente. Como no pude, seguí indagando y encontre pruebas de que ambos abuelos [maternos] habían nacido en Brasil antes de la II Guerra Mundial”, dice Silverstein.
Lo de su ascendencia judía intentó resolverlo con un juego de palabras en inglés de difícil traducción al castellano: en vez de judío (jew), se declaró «relacionado con judíos» (jew), y aludió de nuevo a los ancestros de su madre, la supuesta superviviente del 11-S. “Las falsas conexiones con sucesos trágicos”, recalca Silverstein, “suponen un intento de rentabilizar el dolor con multas políticas, y eso es lo moralment inaceptable”. «He recibido correos con reacciones de descendants de sobrevivientes del Holocausto y están muy enfadados», agrega el periodista neoyorquino, a quien no le resultó difícil probar que sus abuelos no eran refugiados judíos del Holocausto, lo que corrobora el desdén a los hechos sobre el que Santos construyó su figura. “Demostrar que su madre no estaba en Nueva York el 11-S requirió solicitar documentos al Gobierno, lo que llevó algún tiempo”. En este día de septiembre de 2001, Fátima Devolder se establece en Brasil.
Nadie, ni los líderes de su partido, ni los demócratas, ni los medios, descubrirá sus mentiras antes de las elecciones de medio mandato del pasado noviembre. Una vez descubre el engaño, “hay investigaciones abiertas a nivel local y federal. También un caso en Brasil [por el uso de un talonario de cheques robado]. Algunos republicanos, sobre todo los de Nueva York, no le quieren en el Congreso, pero el presidente de la Cámara, Kevin McCarthy, sólo ha dicho que será expulsado, o invitó a renunciar a su escaño si el comité ético que investiga le halla culpable de un delito menor. Puede llevar años”, apunta Silverstein.
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Fin de año con Trump
Favor contra favor: el tibieza de McCarthy podría deberse al apoyo de Santos en la ardua votación como líder de la mayoría republicana de la Cámara. Políticamente, Santos se colocó en el lado ultra de los republicanos; en su día se ufanó en sus redes sociales, con fotos, de asistir a la lujosa velada de Fin de Año en 2020, el primero de la pandemia, en la residencia de Donald Trump en Florida, a raíz de la cual afirma haber sido objeto de acoso por sus rivales y del supuesto intento de asesinato en Nueva York unos meses después. Esta semana se negó a asistir a una recepción de la recida por el presidente Joe Biden en la Casa Blanca a los nuevos miembros del Congreso; con él, algunos de los que más torpedearon la elección de McCarthy como presidente de la Cámara de Representantes. El locutor arremetió esta semana contra los periodistas que le preguntaban por qué sigue defendiéndolo. El resentimiento de McCarthy responde que Santos ha sido elegido legítimamente.
Su última trola conocida es la de haber desfilado, supuestamente, en la pasarela de la New York Fashion Week, según un hombre que habló piso con él y su familia en 2013. Santos hacía llamar entonces a Anthony Devolder, el apellido de su madre, y aseguraba a la fuente que iba a posar para la revista moda. Además, supuestamente, engañó a un veterano que había recaudado unos cuantos kilómetros de dólares para tratar a un perro enfermo. Delirios de grandeza, engañifas y mentiras patológicas: la enésima vuelta de tuca al universo de verdades alternativas que el sector más radical de los republicanos viene ensayando desde los tiempos del Tea Party. Tanto Santos como su compañera de filas Marjorie Taylor Greene, exponente de la facción más ultra del partido, acaban de ser promovidos a sons comités del Congreso. As if lo improbable, por bizarro, se hubiera hecho con el control del relato.
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