El área del Indo-Pacífico ha surgido en los últimos diez años como uno de los lugares geopolíticos más dinámicos y relevantes en el ámbito mundial. Varios participantes, tanto de la región como del resto del mundo, han aumentado su presencia militar en este territorio que se extiende desde la costa este de África hasta las costas occidentales del continente americano, cruzando el Océano Índico y el Pacífico. Examinar esta tendencia implica investigar sus orígenes, los intereses implicados, así como los peligros y efectos de una mayor militarización.
Aspectos estratégicos que fomentan la militarización
Entre las causas fundamentales del crecimiento militar en el Indo-Pacífico destaca la transformación del equilibrio de poder global. China, convertida en la segunda economía mundial, ha incrementado considerablemente sus capacidades navales y su proyección de fuerza en áreas de disputas territoriales como el Mar de China Meridional y el Mar de China Oriental. Su estrategia de “gran muralla de arena” —que incluye la construcción y militarización de islas artificiales— ha generado alarma entre sus vecinos y potencias occidentales.
Como respuesta, diversos países tales como Estados Unidos, Australia, India y Japón han revisado sus políticas militares y ampliado el uso de recursos estratégicos. La reciente revitalización del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad) demuestra esta unión, promoviendo maniobras militares conjuntas, el intercambio de información de inteligencia y la coordinación operativa con el objetivo de proteger la libertad de navegación y mantener un orden internacional basado en normas.
La relevancia económica y geopolítica del Indo-Pacífico
El Indo-Pacífico juega un papel crucial en el comercio internacional, dado que más del 60% del tránsito marítimo mundial atraviesa sus trayectorias. El Estrecho de Malaca, el Estrecho de Ormuz y el Canal de la Sonda son vías estratégicas por las cuales se mueven hidrocarburos, productos manufacturados y materias primas. Cualquier cambio en la seguridad de estas rutas afecta de manera directa los intereses económicos de las partes involucradas tanto dentro como fuera de la zona.
La competencia por recursos energéticos, minerales y la supremacía tecnológica —con focos en sectores como la microelectrónica, la inteligencia artificial y las telecomunicaciones 5G— ha impulsado gobiernos y corporaciones a fortalecer sus posiciones. Así, la militarización se filtra no solo en la defensa sino también en la protección de infraestructuras críticas y cadenas de suministro.
Conflictos territoriales y alineamientos emergentes
Los litigios territoriales han sido otro motor de la presencia militar creciente. Disputas entre China y Filipinas por islotes en el Mar de China Meridional, las tensiones entre India y China por su frontera himalaya, y las reclamaciones opuestas sobre el archipiélago de las islas Senkaku/Diaoyu entre Japón y China, ejemplifican situaciones donde la fuerza militar sirve tanto como elemento disuasorio como herramienta de coerción.
En consecuencia, varios países han preferido reforzar sus alianzas militares y pactos de defensa conjunta. El Acuerdo AUKUS, establecido entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos, para proporcionar a Canberra submarinos nucleares y tecnología de punta, ha ajustado el equilibrio de poder en la zona. Maniobras como el “Malabar” reflejan la cooperación multinacional en disciplinas que abarcan desde maniobras antisubmarinas hasta la defensa electrónica.
Consecuencias para la seguridad mundial y la estabilidad en la región
La intensificación de patrullajes, integración de sistemas de misiles hipersónicos, expansión de bases militares e incremento en el gasto militar regional tienen un doble filo. Por un lado, estos incrementos pueden actuar como factores de disuasión ante potenciales agresores. Por otro, incrementan el riesgo de incidentes militares no intencionados y la posibilidad de una escalada que derive en conflicto abierto.
Simultáneamente, la proliferación de capacidades cibernéticas y de guerra híbrida introduce nuevas dimensiones de confrontación, donde el uso de tecnologías disruptivas puede desestabilizar balances tradicionales. La vulnerabilidad de infraestructuras críticas —como puertos, redes de comunicación y centros energéticos— ha llevado a que la defensa de estas instalaciones sea considerada prioritaria, fomentando así una doctrina de seguridad multidimensional.
Visiones futuras y aspectos clave a considerar
Frente al crecimiento militar en el Indo-Pacífico, la policía internacional y las instancias multilaterales enfrentan desafíos para evitar una potencial carrera armamentística descontrolada. La adaptación doctrinal, la diplomacia preventiva y el diálogo estratégico aparecen como elementos imprescindibles para gestionar la competencia y limitar los riesgos.
A la par, el despliegue militar no debe verse solo como un riesgo, sino también como un indicativo de los profundos cambios sociales, económicos y tecnológicos que caracterizan el siglo XXI. La región del Indo-Pacífico, con su complejidad y diversidad, representa dinámicas en las que confluyen intereses nacionales y problemas globales. La forma en que estos actores gestionen sus conflictos y colaboren en temas de seguridad definirá no solo la estabilidad de la región, sino también el porvenir del orden internacional en su conjunto.