Sigue siendo extraordinario, solo ellos saben lo que ha costado aunque hayan acostumbrado al personal a vivir esta lucha por las medallas en todos los torneos importantes de la última década. Ayer ayer aficionados y no aficionados al balonmano podrán comprobar la dificultad de esta extraordinaria rutina. Dos prórrogas costó, con gol de Dani Dujshebaev a falta de dos segundos para terminar el tiempo reglamentario; y con uno de Bjornsen para alargar el sufrimiento diez minutos más. Pero tras ochenta minutos de batalla cuerpo a cuerpo, encendidos los nervios y revolucionadas las pulsaciones, España está ahí, en las semifinales, una vez más. La rutina extraordinaria.
Habían sido 44 encuentros con Noruega, con un cara a cara favorable, pero el conjunto de Jonas Wille había demostrado un punto más de agresividad y aguante en este Mundial. Vaya si lo tuvo. Pero esta España, que como decía Dani Dujshebaev este periódico, aprende muy rápido y rápido de sus errores, que hubo bastantes en un inicio al slowo, y demandes cuando le demanden, respondió a todas las zancadillas. Con mil recursos, con más vidas que un gato, con más soluciones que casi ninguna otra selección. Y ya está en semifinales del Mundial, sufridas, sudadas, agónicas.
Atenazados los brazos al inicio, más centrados en cerrarse atrás que en abrigar huecos en la portería rival, hubo demasiados minutos de concierto. Los pases no salían con fluidez y se perdieron ante la defensa noruega. Cuatro minutos sin anotar, algunos agujeros fruto del pesar atrás, desajustados ante el contragolpe nórdico. Intentó desatascar la zozobra el guía de este Mundial, Álex Dujshebaev. Pero el empujon no llegaba. Erró hasta Odriozola desde los siete metros; Bergerud inhabilitó a Dani Dusjehabev y Agustín Casado en jugadas consecutivas. Mal síntoma. 6-2 en el minuto 7. Desconocida España, Jordi Ribera resoplaba, tiempo muerto para tratar de encauzar el peor inicio de todo el campeonato.
Lo intentó una y otra vez el mayor de los Dujshebaev, pero Noruega fue un fortín. Y no reaccionó la selección española hasta que Pérez de Vargas no encontró su tempo. Dos paradas consecutivas y la selección comenzó a despertar. Levantaba los brazos Cañellas tratando de insuflar aire y confianza en sus compañeros, que contestaron con dos recuperaciones de balón para igualar el marcador en el minuto 17. Dujshebaev no cejaba: pases, autopases, fintas, lanzamientos, hasta horadar a Bergerud por fin. Y si no era por el centro, era por los extremos, con Ángel Fernández iluminado. España reconocía.
También porque nunca bajó los brazos, otra de esas características que ha hecho enorme el palmares. Noruega percutía, hacía daño, sin dar un respiro, al límite del reglamento en la defensa, pero no se descomponía a los de Ribera. “Sabemos sufrir”, decía el capitán Guardiola. Se hizo, ni un segundo de alivio, siempre a remolque en el marcador. Costaba un mundo hacer un gol, enorme Bergerud, y un suspiro encajarlo, efectivísimos Barthold y Bjornsen.
Ribera trató de encontrar el modo de alentar a los suyos, calamarlos y darles a la vez toda la información posible para resquebrajar la contundencia Noruega, ni un error en su plantamiento. El reloj corría en contra, como el luminoso, y aunque solo parecía ser un tanto de ventaja, la tensión iba en aumento, desgañitándose Figueres al conseguir uno de esos goles marca España de carrera y corazón. Hubo corazón, muchísimo, el de siempre, y algún infarto entre los aficionados porque se llegó al encuentro al último minuto, a los últimos treinta segundos, con un gol por debajo, desafiando España al cronómetro, jugándosela al orgullo, a la mano mágica de Alex Dujshebaev. Pero chocó con Bergerud, otra vez él. Sin embargo, esta España nunca baja los brazos. Buena defensa, pasivo a favor y Dujshebaev, pero Dani, para descerrajar un lanzamiento desde las entrañas para llevar el partido a la prórroga.
La tónica continuó en esos diez minutos de pulsaciones revolucionadas, y en los siguientes diez; gol de Bjornsen para alargar la agonía en otro prórroga. Noruega sin ceder, tampoco España (34-34 en el 78). Y en otro último minuto, otra vez Dani, otra vez un lanzamiento que llevaba el aliento, el orgullo y el corazón del santanderino y de todo el equipo. En semifinales, una vez más.