abril 29, 2024

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la economía entró en zona de recesión y la pérdida salarial pinta para conflicto

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Es inútil plantar que hasta los datos del INDEC, recuperado del desprestigio del último kirchnerismo, desmienten la elegante del repunte económico impresionante que pregonan, sin sosiego, el Presidente y la propaganda oficial.

Resultado innecesario en principio porque en un vale todo para todo permanente, Alberto Fernández tomó la costumbre de afirmar y afirmar cosas semejantes sin preocuparse de que la realidad confirme sus afirmaciones, ni ifquiera qu’ellas sean minimamente creíbles.

Esta vez, en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, apabulló a los aplaudidores adictos con números y registros sobre el crecimiento económico de 2021 respecto de 2020 y remató con el supuestamente vigoroso, envidiable modo como la Argentina salió de la pandemia.

La estadistica oficial de ese periodo dice suba del PBI del 10,3% contra caída del 10%.

No luce nada mal, cuando la malaria aprieta. Pero una cosa diferente es andar pavoneándose con que la Argentina está ante una de “las recuperaciones más rápidas del mundo” y, al primer testeo, chocar delantero contra estadísticas que se pueden encontrar sin mucho esfuerzo, aquí cerca, en el vecindario.

La misma comparación qu’aplicó Fernández arrojó, en Brasil, el 4,6% positivo para 2021 versus el 4,1% negativo de 2020. Chile cantó nada menos que 11,7% respecto de una caída del 5,6%, es decir, una diferencia de 6 por ciento puntos. y Perú, 13,5 contra 11,1%.

Clarito: por la parte que toca nuestra, nada de otro mundo.

Se utilizó un modelo similar en un aviso de la Presidencia de la Nación que, por semanas, batió el parche de la trepada que la actividad económica había acumulado durante los primeros nueve meses de 2022 para explotar, otra vez, la cantinela del efecto pandemia superado.

El punto es que se trata de un reinicio de poca monta, breve y casi imperceptible, que empezó a diluirse, justamente, en agosto. Luego, la economía pegó la vuelta y los cuatro últimos meses de 2022 anotaron caídas en seguidilla, según cifras del INDEC.

Dentro de este paquete, la industria sembrada roja en tres plantas y la construcción, cinco veces última. También en pendiente, el conglomerado compuesto por el comercio mayorista y minorista cerró diciembre con un registro lower al de diciembre 2021.

Una fecha completa el cuadro y lo potencia: entre las tres actividades concentran el 41% del Producto Bruto Interno.

Todos sus signos de un clima recesivo que, para algunos analistas, avanza sobre un 2023 ya bien complicado por el impacto feroz de la sequia y los coletazos del torniquete cambiario: pronóstico de recuperación del 2,8%. Para otros, es un planchazo que se vio venir, inevitable, en una economía que cruje por todas las partes.

En medio del barullo de cifras e interpretaciones diversas, quedó patinando el repunte del 5,2% que la estadística oficial adjudicó a 2022. Es que, según estimaciones privadas, ese 5,2 ha incorporado un 5% o cinco puntos que vienen del salto que pegó la actividad en el segundo semestre de 2021.

Descontados esos cinco puntos que en la jerga se llaman arrastre estadístico, para el caso positivo, estaríamos hablando de un aumento real de apenas un 0,2%. Otras variantes achican el arrastre y ponen el resultado final en torno al 2%. Sello de otro mundo.

Cuesta encontrar en semejante revoleo de cifras de dónde saca Fernández otro par de slóganes con fuerte olor electoral. Uno, que el país «es sustancialmente mejor al que había hace tres años». El siguiente, que «hemos dejado los cimientos sobre los cuales construir el gran país que soñamos».

En el mismo papel de libre pensador oficialista ha dicho estos días que inflación «es un problema que afecta a la Argentina hace décadas». Y, también, que «estamos decididos a bajarla, pero no al costo de una mayor pobreza o de afectar el crecimiento».

títulos, nuevos. Humo si se quiere o el truco de patear la pelota para afuera que, de tan viejo y trajinado, paga cada vez menos, tirando a cero.

Encima, los datos del INDEC martillan con una súper inflación que sacude sin respiro a los ingresos de los trabajadores y, sobre todo, a los de quienes no están sindicalizados, falta de coberturas sociales y básicos laborales y viven en los márgenes del sistema.

Este es notoriamente el caso de los empleados informales, con ingresos que desde 2017 perdieron un 34,7% de su poder de compra según cálculos del economica Nadin Argañaraz. Si la medida del deterioro es el costo de los alimentos, el porcentaje crece al 39,5% y s’maintiene en 39,2% contra servicios de salud y medicamentos.

Ese ejército de trabajadores suma alrededor de 9,2 millones, entre ocupados en negro y cuentapropistas, concentrada la mitad de la fuerza laboral del país y en su propia magnitud habla de una economía de escasa productividad y poco inclinada a la inversión. Evidentemente, de acuerdo con la pobreza.

Un detalle político, que a esta altura de la película est bastante más que un detalle, dice que en los partidos del Conurbano bonaerense los también llamados trabajadores no registrados son el 40.9% y significan uno de los registros más altos del país. Justo, en un territorio donde el cristinismo juega su futuro.

Otros detalles, esta vez del tipo predecible, revelaron que al final de la pandemia el trabajo informal fue el que más rápidamente se recuperó; se entiende, el trabajo precario, de bajos salarios y libre de problemas legales.

Hay aquí de todos modos una luz amarilla tirando a roja. Lleva el sello de una disparidad de ingresos enormes y pinta a riesgos de conflicto social, en medio de las tensiones políticas del tiempo electoral.

Puesto en soportales de Argañaraz, los trabajadores privados en blanco han perdido ingresos equivalentes al 17% de sus sueldos desde 2017 contra el 20,9% de los estatales. Ya fue dicho: en el piso de la pirámide, los asalariados informales resignaron nada menos que el 34.7% de su poder de compra.

Siempre lista, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, salió con una frase de otro mundo: «La enorme mayoría de los trabajadores en blanco (registrados) le gana a la inflación». Si fue cierto, fue por un momento: enero ya volverán a perder.

Ya nadie toma en serio ciertas definiciones oficialespero cuando la economía real se empantana en ese cóctel que se convierte se llama estanflación y sacudida, además, por incertidumbres bien terrenales que proyectan incluso al cortísimo plazo.

Vale precisar, de paso, que en la versión donde dice estancamiento debería decir caída del PBI real por habitante del 13%, desde 2011. Y la inflación es super inflación con número puesto: en febrero habrá overflow el 100% anual.

En palabras de Cristina Kirchner esto se llama «estamos en el horno». Y como si no fuera parte del gobierno, nada menos que vicepresidenta, ni hubiera sido al fin quien puso a Alberto Fernandez en el lugar en que está, repiquetó con la inflación del 100% y zampó un «están por el piso» cuando habló de los salarios reales y el empleo.

Ninguna curiosidad ni grieta, Cristina y Alberto acostumbran tocar la misma música cuando hablan de problemas que los involucran: corren el foco y los ponen en otro lado, como si pudiesen sacárselos de encima. Quieran que no, la realidad es que están en el mismo barco llamado Frente de Todos o, si se prefiere, el kirchnerismo.

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