abril 27, 2024

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Zumba ‘Prohibida’ en los parques de Madrid | Madrid

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Poco antes de que anocheciera este martes, en el frondoso parque Tierno Galván de Madrid, un grupo de unas 20 mujeres estaban a punto de cometer una temeridad. Sus caderas comenzaron a moverse al ritmo del batir, una mujer en el centro indicaba los pasos, el resto la imitaban. Cualquiera de los que ahí observó la escena, desde las gradas del anfiteatro abierto que corona el recinto, pensaría que la temeridad consistía en mover un músculo a 39 grados a la sombra. Pero pronto, dos coches de la Policía Municipal irrumpieron en la rutina del ejercicio. Acabó la Zumba.

Un vecino, molesto, que algunos conocen bien, había llamado a las autoridades para poner fin a un espectáculo semejante. Esto es lo que la policía les explicó al grupo de señoras, vestidas con ropa de ejercicio y empapadas en sudor, que asistían atónitas al poder del uniforme. Se habían convertible, sin saberlo, en unas rebeldes, en un grupo de niñas de primaria reanudadas por el profesor. «Esto no se puede hacer, ya os lo hemos dicho otras veces», se escuchó de lejos a una agente que gesticulaba con las manos abiertas en tono conciliador. Mientras, algunos vecinos gritaban a lo lejos: “Dejadlas en paz”.

Lo que no podría hacer era bailar con un amplificador en la mitad del parque. “Aunque nadie ha venido aquí a medir los decibelios, ¿cómo saben que estaban molestando? que bajó directamente al escenario improvisado que habían montado las mujeres; la otra, flanqueaba la posible desde arriba. altavoz.

Este mismo anfiteatro ha estado cerrado un mes por la serie de festivales que han llevado a cabo, como el Tomasvistas, con un precio de 45 euros por entrada. La mitad del parque quedó clausurado, su césped arrasado, y los vecinos tenían que arrinconarse en los miradores si querían hacer ejercicio o sacar a sus perros. Este mismo viernes Yolanda Díaz cerrará la campaña de Sumar en el mismo punto donde estas mujeres trajeron de sincronizar los brazos con la cintura. Pero ellas no habían pedido permiso, les insistían los agentes. Ana Córdoba, una de las propias monitoras del grupo, afirmó que le habían pedido con motivo de la autorización para tomar las clases en el parque del Ayuntamiento de Arganzuela, pero nunca obtuvo respuesta. «Hemos seguido haciéndolo porque creemos que producimos un beneficio a la gente», indica por teléfono.

Las mujeres, manos a la cintura, no se pueden creer la escena. Uno de los policías sugería que se hicieran lo mismo —juntarse a bailar— pero con cascos. Otros respondían que ahí todos los días hay botellón, hay batallas de rap, chavales gritando y corriendo los domingos. Básicamente, la cotidianidad de un parque. De poco atribuye. El instructor cuenta que llevan haciendo estas clases desde la pandemia: «Empezamos a hacerlas virtualmente y luego cuando nos dejaron salir necesitaban sacar las clases a la calle». Córdoba explica que consideró introducir los cascos en las clases, pero «te aíslan y lo que pretenden precisamente es sacar a la gente de ahí».

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Las imágenes han provocado un sobrio debate sobre si, además de la ley, se debe aplicar el sentido común. La Policía Municipal de Madrid explica que «cualquier actividad que repercuta en un beneficio económico en la vía pública necesita una autorización para ocuparla». En este caso el beneficio es de cuatro euros por clase.

Por otro lado, las actividades que incluyen una megafonía se regulan mediante la Ley de espectáculos públicos y actividades recreativas, que establece que, además de la autorización municipal, los organizadores deben contratar un seguro de responsabilidad civil para cubrir los posibles daños a los asistentes. ya terceras personas. La policía municipal confirmó que acuden siempre tras recibir una queja, que puede ser de alguien que pase por la zona o de algún vecino. Si los organizadores cuentan con la autorización necesaria para realizar la actividad, existe así una tercera persona que se queja, tendrá que hacer sensores acústicos para ver si superan los decibelios permitidos.

Córdoba no entiende de dónde salen las quejas: “No se escucha la música hasta que no coronas el anfiteatro”. The instructa cuenta que a veces la policía municipal les ha indicado que ha quejado un dueño de un perro que pasea por el parque, pero apela a la convivencia: «El parque es grande y nosotros lo usamos una hora, tres días a la semana » Las clases son los martes, jueves y domingos. Lucía Quiroga acude con su pandilla casi todos los domingos a estas clases: «Es una iniciativa que surge en la pandemia cuando un grupo de profesores de zumba debe hacer clases al aire. Los fines de semana nos juntamos unas 100 personas, principalmente mujeres, y luego entre semana acuden entre 20 y 30 personas”. Quiroga cuenta que «uno de cada dos domingos la policía municipal les corta la clase».

Estas clases de zumba han creado una comunidad entre las asistentes “Somos todas mujeres del barrio. Yo voy con mi pandilla y luego nos quedamos a tomar una cerveza en algún bar, y el resto acaba charlando y salen nuevos grupos de amistad”, relató Quiroga. Se pregunta por qué un grupo de mujeres que se juntan en el parque a bailar no pueden utilizar el espacio cuando el mismo auditorio acoge el festival brunch en el parque, de música electrónica, que inhabilita el parque para el uso público. «Cosas que cuesten pasta, sí, pero una actividad de calma, No».

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